Fue una sesión muy espontanea. Yo estaba saliendo de un resfriado, aburrido y con ganas de crear. Mientras vagaba por el corredor noté se filtraba la luz de las 3 de la tarde por la ventana y cómo caía sobre la pared. No podía desaprovechar. Agarré mi cámara listo para documentar, mas todavía necesitaba un sujeto concreto. Mi hermano accedió a una floja propuesta mía, no era nada prometedora. Esta ha sido mi primera sesión de retrato. No fue difícil conectar durante la sesión, nos tenemos mucha confianza. Y fue en esa misma cotidianidad donde encontré algo muy especial. La luz de las 3 de la tarde me abrió los ojos. Después de años, de verdad me detuve a observar a mi hermano. Matías siempre ha sido diferente y chistoso, una persona muy original. Yo no siempre aprecié eso de él, no lo reconocí como debía. Fue en ese momento fugaz y mundano donde vi y aprendí a apreciar su forma de ser.
Esta sesión, aunque corta y casual, me llevó a querer que sus cualidades únicas resaltaran. Vi la belleza de Jesús en él. Aprendí que debía valorarlo tal como era. Dios lo hizo así por una razón específica. Matías es así, y eso es muy especial.